Se habla mucho de cómo para la mayoría de las personas, alguien impuntual es considerado grosero, informal e irrespetuoso. Sin embargo, hay algunos estudios que dicen que la impuntualidad responde a razones fisiológicas, psicológicas y sociales.
Ya que cada persona tiene una tasa metabólica que afecta su percepción del paso del tiempo, en palabras de la investigadora Judith Castellà: “como el tiempo es algo que no existe, siempre se procesa de forma subjetiva. Hay muchas variables internas y externas que modulan esa percepción subjetiva, como: la edad, la personalidad, el estado de ánimo, los fármacos, la temperatura o los desórdenes psiquiátricos; hasta la complejidad de la tarea que hacemos, la cantidad de información y estímulos que recibimos o si recibimos estímulos auditivos o visuales”.
No vayan a pensar que todo aquél impuntual crónico padece de estos males exóticos, pero justificables por la ciencia. Muchos son así, simplemente por malos hábitos, por una conducta nociva reforzada en el tiempo, por narcisismo o por falta de organización y optimización del tiempo. Como todo, este mal también tiene cura. ¿Qué cuesta trabajo? ¡Claro! Pero a base de poner en práctica hábitos de planeación, organización y estimación del tiempo; todo esto puede superarse. Estarán de acuerdo que entre más puntuales seamos, se cumplen mejor las metas y se aprovecha más el tiempo.
Dicen por ahí, que las personas impuntuales son personas más relajadas y con más creatividad. ¡Hombre, pues bien por ellos, su relajación e inmensa creatividad! Yo solo les pediría que pudieran ser relajados y creativos en su espacio y su tiempo, y no con el tiempo de los demás. ¿Se nota que estoy molesta? ¡Ja, ja, ja! ¿Ustedes qué opinan? Permítanme platicarles algo que me pasó el día de hoy, que justifica mi indignación y enojo.
Hay muchos profesionistas en la actualidad que con el pretexto de ser muy buenos (que seguramente lo son) y de atender a más gente, tienen 2, 3 o hasta 6 cubículos en donde atienden a 2, 3 o hasta 6 clientes “al mismo tiempo”. Pues resulta que ante una necesidad personal, pedí recomendaciones y acabé haciendo cita con un renombrado profesionista de otra ciudad para pedir su experta opinión ante mi situación.
Como la cita era a las 12:15 pm, pero fuera de la ciudad, tomé suficiente tiempo y llegué 30 minutos antes de la hora acordada. A la hora que veo el titipuchal de gente en la sala de espera y múltiples cubículos de atención, casi me da un infarto. ¿Saben cuanto tiempo tuve que esperar a que esta renombrada personalidad me atendiera? 4.5 horas, sin tomar en cuenta la media hora de anticipación con la que llegué. Sé que es una persona muy ocupada y muy bueno en lo que hace pero, ¿creen ustedes que en esos momentos y ahorita, valoro enormemente su relajada actitud e inmensa creatividad? Peor me puse cuando al investigar un poco me enteré que lo raro en él es que sea puntual. Entonces… ¿puedo estar enojada? Me sentí enormemente agredida, sobre todo porque después de casi 5 horas de espera, con actitud totalmente relajada y para mí apática, en 5 escasos minutos me dijo lo que pensaba sin ahondar más, me dio las gracias y me despidió para pasar a pagar la enoooorme factura. ¡¡¡¿¿¿Quééééé???!!!
De verdad, merece mi respeto su reputación y conocimientos. ¿Y el respeto que yo merezco de él? ¿Me dan la razón o estoy totalmente loca?
¡Pásenla bonito!
SILVIA GUERRA
Consultora de imagen pública
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